miércoles, 16 de julio de 2014

Para entender el éxito de Podemos


Filosofía felina presenta...

Para entender el éxito de Podemos

Artículo de Fco. C. M.
14 julio 2014


El éxito electoral de Podemos tras las pasadas elecciones europeas conduce a entender que se ha producido un nacimiento inédito dentro del sistema político español. Algo que recuerda a estas palabras, que nos hablan de la aparición de algo radicalmente nuevo en el seno de una realidad concreta:
«Cuando algo ve la luz, algo que estamos obligados a admitir como nuevo, cuando otro orden de estructura emerge. ¡Pues bien! Este crea su propia estructura en el pasado y decimos: Nunca pudo no estar ahí desde siempre»
Jacques Lacan, que pronuncia esta tesis en el segundo de sus seminarios, nos puede hacer entender que hoy día es casi imposible pensar la realidad política española al margen de Podemos: su alumbramiento ha sacudido y reordenado el ámbito de los discursos políticos de los partidos tradicionales, que ya no pueden sustraer sus argumentaciones del debate político de calado, sobre numerosas y fundamentales cuestiones, planteado por el partido de Pablo Iglesias.
No es una exageración decir que si hoy día se habla en sentido estricto de política solo se habla de Podemos. El éxito de este partido se explica entonces por un logro en el discurso, y este hecho singular, en el actual contexto, lleva a entender que ha sido una exclusiva razón relacionada con la palabra lo que ha hecho que un partido con escasos meses de existencia y una financiación basada en donativos populares voluntarios consiguiera, en su primera presentación electoral, 1.250.000 votos.
De esta manera, para entender el éxito electoral de Podemos tenemos que entender lo que ha supuesto de nacimiento, de novedad inédita, el discurso sostenido por este partido.
Fernando Vallespín, en su artículo Revuelo en la izquierda (El País, 28/06/2014), dice, refiriéndose a Podemos, que un “fantasma recorre la izquierda española”. El autor saluda la aparición del nuevo partido como un “magnífico revulsivo para que se agudice el ingenio en el espacio de la izquierda”, y cita al filósofo alemán Jürgen Habermas cuando, a propósito del manido asunto de la “reinvención de la izquierda”, sentencia que “las palabras se le envejecen a uno en la boca”. No obstante, Vallespín remata su análisis diciendo de Podemos que “es más de la vieja retórica en odres nuevos. Muy útil para descalificar y apuntar a las debilidades del sistema, pero, al menos por ahora, incapaz de construir una alternativa creíble”.
Queremos basarnos, en primer lugar, en estas ideas que Vallespín esgrime para remontarlas en un segundo momento y esclarecer así la explicación que buscamos sobre el logro en el orden del discurso alcanzado por Podemos.
Este articulista habla de un fantasma que recorre la izquierda española. Sí..., pero el “revuelo” afecta también a la derecha. En Madrid, los votos obtenidos por Podemos procedían de localidades de la zona sur de la Comunidad, donde el Partido Popular gobierna en alcaldías. El revuelo (o miedo) ha surgido también en la derecha, aunque aquí la alusión no sea tan directa y la procesión vaya por dentro.
Que el discurso de Podemos sea según este autor “más de la vieja retórica en odres nuevos” es una tesis que no se argumenta en su artículo; es, así, un juicio de valor que implica que, en el orden del discurso, este partido vendría a ser más del mismo caduco, pero presentado con una imagen rejuvenecida por virtud de esos “odres nuevos”.
Papeleta electoral de Podemos 
para las Elecciones Europeas 2014
Creemos que esta visión de conjunto presentada sobre Podemos se equivoca en el planteamiento y consecuentemente en el diagnóstico. En primer lugar, no es una cuestión de juventud o vejez de un discurso. Es cuestión de que ese discurso sea escuchado primero y votado después, cuando otras formaciones políticas ya no tienen audiencia ni votos, o, en el mejor de los casos, tienen votos pero no audiencia.

Jacques Lacan reconocía que Sócrates e, incluso, el propio Temístocles, eran psicoanalistas aún sin haberse psicoanalizado porque sabían que debían mantener un discurso no ligado a una lógica establecida de principio. La búsqueda de la verdad produce sus propios frutos cuando no existen finales establecidos ab initium.
Los frutos electorales conseguidos por Podemos se basan en un planteamiento parecido al que acabamos de citar, es decir, hay una despreocupación expresa en su argumentación pública por emplear significantes que ordenen de antemano los debates y las críticas por cauces ideológicos consabidos, tales como, por poner ejemplos, “socialismo”, “comunismo”, “izquierda”. Por supuesto que Podemos tiene apoyaturas específicas en estos discursos emancipatorios de la modernidad, pero la decisión de ir más allá de los términos y volcarse en la discusión de los problemas ha propiciado un espacio precioso para la argumentación y el diálogo, y ha libertado la reflexión crítica de un lastre tan pesado como son esas palabras envejecidas de tanto mentarlas, como recordaba Habermas.
De esta manera, lo que ha aparecido en una argumentación planteada en estos términos es la manifestación de aquello que faltaba en la continuidad del discurso político al uso, esto es, el deseo de saber de la ciudadanía sobre las causas y razones concretas de su penar presente, deseo taponado a base de cientifismo político que oculta lo que cada vez es más difícil de ocultar: la caída de los semblantes que organizaban y determinaban la realidad política europea.
Podemos ha ofrecido una posibilidad de entender el sufrimiento y el desconcierto que a todos los niveles ha provocado la actual crisis económica mediante uno sincero y entregado debate de ideas, y, eso, es lo que ha premiado el millón y medio de ciudadanos que han votado por esta opción política.

Pero existe también otra razón, situada en el extremo opuesto a la mencionada, que otorga potencia al discurso de Podemos, y es la operación de apropiación de determinados significantes que ha llevado a efecto esta formación. Si hemos dicho que la reflexión y el diálogo se han libertado de determinadas palabras envejecidas a fuer de repetirlas en la misma vacua operación de afirmación, sin embargo esto no ha ocurrido con otras que han resurgido espoleadas precisamente por la puesta en marcha y efectividad de semejante depuración. Así, significantes que parecían vivir en el pasado, como “solidaridad”, “derechos sociales”, “dignidad”, “ciudadanía” (este último además complementado por otro más sencillo pero de enorme efectividad, como ocurre cuando se habla de “la gente”, para referirse a una hipotética voluntad popular), u otros que se empleaban mayormente por la derecha, como “patriotismo”, todos ellos, parecen tener aquí un “dueño”, literalmente, alguien que los emplea con propiedad.
Obrando con el ejemplo y con el compromiso resuelto en su defensa, Podemos se ha presentado como valedor de determinados ideales de la política europea a los que parecen haber renunciado expresamente los políticos al uso, que por mucho que los invoquen no pueden ocultar cual es en el fondo aquel al que rinden su actividad, este, no es otro que el de la gobernanza económica, verdadero significante-amo que rige hoy día la política europea.
Este acto de apropiación de determinadas palabras del discurso político al que nos referimos tiene notables ejemplos precedentes, por poner un caso célebre, hay que recordar aquí el llevado a efecto por Charles de Gaulle, cuando, en 1940 y hallándose exiliado en Londres, llamó a la resistencia del pueblo francés contra la ocupación alemana en nombre de la “Francia libre”. Los políticos y militares franceses del momento habían claudicado la soberanía nacional al enemigo, fue de Gaulle el que se apropió en solitario de estos “universales políticos”, abandonados y ninguneados por los poderes nacionales aquiescentes con la Alemania Nazi, para conformar y dar carta de naturaleza a lo que después se conoció como la Resistencia francesa, que fue capaz de “generar otro país” por medio del significante de la “Francia libre”, significante que, desde aquel momento de su gestación en el discurso, representó la realidad histórica revolucionaria y nacional francesa.
En España, la mayoría de políticos de los grandes partidos, y de otros más pequeños, parecen no ser capaces de emplear con propiedad aquellas palabras que armaban y conformaban la realidad de sus discursos y su acción, Podemos, por medio de un puro acto de deseo, ha vuelto a vivificarlas.

No es nuestra intención contribuir a una crear mística de Podemos, no todo va a poderlo en solitario, ni siquiera desmontar un bipartidismo gravemente enfermo pero que cuenta aún con importantísimos apoyos, pero este partido ha obrado lo que de hecho es un “gran salto” frente al actual páramo político, ha conseguido ubicar el debate y la argumentación en el hito por el que todos deben de pasar inexcusablemente a la hora de hacer política. Ya no valen las razones de conveniencia de un mal menor ni supuestamente científicas, ahora se trata de argumentar, es decir, de promover un espacio racional donde dirimir las diferencias. Puede que Podemos haya ganado el discurso de la democracia con otro significante del que también se ha apoderado: “el sentido común”.
Con la palabra como su mayor capital político, Podemos ha generado en España (y no solamente en nuestro país) una cultura democrática en cierne.

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